Los bienaventurados by María Zambrano

Los bienaventurados by María Zambrano

autor:María Zambrano [Zambrano, María]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2003-12-31T16:00:00+00:00


El místico

SAN JUAN DE LA CRUZ:

FIGURAS DE SU FIRMA Y TRES PALABRAS

Sin duda alguna que debemos el esplendor de la firma de San Juan de la Cruz al siglo en que vivió, e igualmente así hubiera sido en los siglos que siguieron hasta llegar a ese momento difícilmente señalable del siglo XIX en que las firmas se simplifican y hasta se anihilan. Se diría que a medida que la presencia y exigencia del individuo crece, la manifestación de su nombre propio se va reduciendo, desencarnando diríamos. Mas es de un ser humano como Fray Juan de la Cruz el que al firmar obedeciese a los dictados de la época. Y más bien cabe agradecérsele a esta riqueza usual de aquel entonces que diera la posibilidad de que una tal firma se diese sin deliberación, ingenuamente, sin que se parase en ello ni un solo instante como cabe pensar de su autor. Ha de verse así en estas figuras que la firma nos libra algo positivo, un signo revelador. Bien pudo irla reduciendo hasta prescindir de ella como le sucedió a Santa Teresa, que en tantas de sus cartas la deja sola, deja su nombre solo, en el aire. Con lo cual vemos que resulta tan fácil el sostener lo dicho al comienzo acerca del crecimiento del yo individual que va desencarnando la firma. Teresa de Jesús anduvo siempre muy lejos de cualquier forma o tentación tan siquiera de tendencia hacia la desencarnación. Todo lo contrario, según aparece con evidencia en su obra y en sus Fundaciones.

Aparece la firma irradiante de belleza y de firmeza, y aun de una cierta complicada figuración. Sorprende un tanto en este poeta y santo, maestro también de mística. Sorprende y maravilla porque en su vida se dibuja sin color la figura del «pobre de espíritu». Y en ello colaboró cuanto pudo. Limpio de corazón que no se conformó con serlo porque sí, por ventura. Recorrió y nos tiende el camino de la purificación que llegó a la mortificación de los sentidos en acecho siempre del apetito, hasta llegar a la Subida al Monte Carmelo, obra doctrinal, a la modificación de las potencias del ánima. Nada le detenía y nada le llegaba a su íntimo dentro más que la llama de amor y a nada acudía más que a la fuente que mana en la Noche. La presencia del bienaventurado se deja ver y sentir más todavía en lo que explica y comenta, hasta el punto de que nos sugiera —aunque no sea él sólo entre los santos y especialmente los místicos— si es conditio sine qua non el que se cumplan algunas bienaventuranzas en el santo, algunas o todas si es que en cada una no están todas de alguna manera, como en la figura de una danza perfecta está toda la danza y cada uno de sus pasos. De si el santo es, en suma, un bienaventurado, de si es su condición la materia preparatoria o, a la inversa, que haga falta estar tocado



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